sábado, marzo 21, 2020

No deben llorar

-Fíjate que no lloren cuando los sacas del agua -Me dijo Reyes asomando la cabeza por la ventana de la cocina-. La abuela Amalia estaba en la casa de Valentín Amador dónde antes había vivido Beto, su esposa y sus niños. La casa, como todas las de la cuadra había pertenecido a una casa más grande y entonces era sólo una fracción. Todos los cuartos se encontraban conectados uno tras otro por la derecha de lote. Y desde la puerta hasta el fondo la separaba, de la casa de Doña Enedina, un patio alargado -azulejos cuadrados rojos y amarillos- y una barda repleta de agujeros de alcayatas. Al fondo, en una construcción separada, estaba el comedor (en el que nadie comía)  y la cocina (que al final se clausuró).

Pegada al final de la construcción,  estuvo la ventana que daba a un segundo patiecito de cemento pulido con el lavadero de ropa en el que también se lavaban trastes. No recuerdo por qué circunstancias me encontraba lavando trastes fuera de mi casa. Si bien Además de la Abuela y su papá Victorino, vivían un montón de mis tíos, no era yo muy asiduo a visitarles, ni porque vivía en la misma cuadra en el 500.

La vajilla era dispar, pero abundaba esa loza salmón de un raro brillo nacarado. Vasos de Mole Doña María, de distintas veladoras y unos pocos Tuppers completaban el cardumen en el mar de jabón. Los trastes y cazuelas donde se había cocinado descansaban bajo el lavadero en espera de un voluntario más. Yo tallaba sin mucho esfuerzo con uno de esos estropajos de ixtle que remojaba de vez en vez en una cazuela de plástico rebosante de agua jabonosa.

-Si un traste está bien lavado, cuando lo enjuagas, no debe llorar -Insistió mi tía-.
-¿Mande? -repliqué-.
- Fíjate: cuando lo sacas del agua, en el traste bien lavado el agua debe correr parejita y no hacer caminos como si fueran lágrimas. No debe llorar

Muchos años después, Nelly me invitó a comer a su casa 'Pollo A la Cocacola' que con mucho cariño preparó a nosotros sus compañeros de la universidad. Ese día terminó mi breve etapa de no comer pollo ocasionada por aquella vez en que había comido pollo sollamado y sangrante en una fogata allá en un cerro de Cárdenas. A la puerta de Reina María Estuardo siempre nos recibía ladrando y alterada, Thalía, su  perrita French. Pero inmediatamente cambiaba de actitud cuando alguien de la casa salía a abrir. Al final de la comida ahí estaba yo aplastado reposando en el sillón de la sala y Thalía se me fue a recostar. Qué nervios me daba ese agitado y tibio peluche en el regazo. Decidí salir por la tangente: "Te ayudo a lavar los trastes, Nelly"

Así me dispuse a lavar y enjuagar. En su casa acostumbraban algo que yo no había visto ni practicado: del escurridor, apenas pasado poco tiempo, tomaban uno a uno los trastes para secarlos con una toalla especial. De esta manera en poco tiempo la loza podía volver a guardarse en su lugar. Me pareció una idea muy eficiente que por muchos años, aunque no de manera constante, la he podido practicar.

Lavar trastes nunca fue un castigo allá en la casa familiar. Era algo que se tenía que hacer y ya. Todos asumíamos el deber. Por otro lado, lavarlos, a veces representaba para mi ganarme una rebanada de pastel de chocolate, un permiso para salir a jugar en la calle, que sé yo. En ocasiones Juanita -una vecina- nos ayudaba a lavarlos a veces por dinero a veces por pura voluntad. Después que terminaba jugaba con nosotros a la lotería o a la baraja, y aunque apostábamos dinero, casi nunca le lográbamos ganar.

Una vez sí lavé los trastes por castigo, no en mi casa, si no en la de los tíos de Nydia. Era un primero de enero, lo recuerdo muy bien, porque fee el castigo por irnos sin permiso a recibir el año a una sucia playa en Tampico. Había 'Norte', el frío calaba, el mar estaba picado, y como era de noche solo se veían las plataformas con su fuego eterno, la espuma con olor a diesel y allá a lo lejos los destellos de un hotel en el mar. -Ya ves que el mar es feo -le dije a mi comadre. Ese fue el día que conocí el mar.

Un día de febrero, de hace algunos años, paseábamos por Liverpool. En línea blanca nos hablaron de las maravillas de un lavavajillas. Nos mostraron un modelo 'mexicano' (Teka) y me dijeron usted fírmele aquí. El plomero quería cobrarnos una fortuna por la instalación, así que tuve que hacerla con mis manitas -Suertuda tú que tienes plomero en casa -vacilo a la Geno-. La mera verdad el lavavajillas es una maravilla: Lava, desinfecta, esterilica, enjuaga, y seca. En nuestra zona hay temporadas en que es escaso el jabón o el abrillantador. De la sal mejor ni hablemos, no la hemos visto por ningún lado. Pero fuera de ello es un electrodoméstico que les invitaría a usar.

Aun teniendo lavavajillas, lavamos en la tarja cuando son pocos, cuando son los grandes, El vaso de la licuadora o algo que se tenga que tallar. Cuando los enjuago reviso que no lloren, toda va bien con todo lo que es de loza.  Con los trastes de plástico es diferente, la mayoría de los Tuppers no dan mucha lata, pero aquellos trastes transparentes 'desechables' en los que se compran alimentos en el supermercado, que ne realidad no desechamos -¿ustedes también, no?- son unos trastes que no comprendo pues aunque estén muy limpios el agua no escurre pareja.  Es por ello que sus llantos he aprendido a ignorar.
 




jueves, enero 11, 2018

Extraño Denisse

Gente hay que como esta arruguita que trato, infructuosamente, de apaciguar queda en el lienzo que es la memoria de los días del lejano pasado. No es que tratase uno de borrarlos, por el contrario, uno desearía conocer su estado actual, su destino, para que en un placer neurótico pasasen a formar parte del patrón que la vida le da a las cosas. ¿Qué fue de Fulanito? -Pues fíjate que vive en marte, lo he visto en el "Face". Personas hay que recordamos, y que cada vez que las recordamos, nos dejan extrañeza siempre. Como ahora que escucho a Jean-Michael Jarre mientras doblo la ropa y no puedo evitar recordar -en cierta forma extrañar- a ese extraño Denisse.

En el salón se sentaba frente al escritorio de los profesores, muy cerca de la ventana por la cual ciertamente divagaba, o hacía que divagaba mientras nos resolvía los problemas del mundo. Lo digo porque se rumoreaba que su hermano era genio (conocí a tantos genios en esos años, que la verdad soñé que el país cambiaría y que el mundo no necesitaría de mi esfuerzo y me podría dedicar a vagar) y tal vez él lo era también. Hubo una temporada en que me estuve sentando atrás de él -seguramente un tiempo en que ya sea Marisol o Lucy estaban ya hartas de tenerme en sus filas- y así fue que conocí a los grandes: Kitaro y Jarre, a través de esos cassettes originales en plena crisis de los 90s, que sin ninguna condición tuvo a bien prestarme. ¡Qué extraño eras, Denisse!

Tenía una letra chiquita, como de hormiguitas formadas. De seguro le rendían muy bien las hojas de raya de tres agujeros de su carpeta azul. La portada de Oxigen y la de Rendez-Vous, aparecía en varias secciones a veces calcada a veces a mano alzada, a lápiz o en simples trazos de pluma Bic. ¿Qué obsesión con el globo terráqueo tendría Jarre?¿Cómo se la habría inculcado a mi compañero Denisse? Usaba calcetines con tenis, y para mi eso configura un acto que me sigue pareciendo raro cada vez que lo veo, casi como defecto en la Matrix. Yo sé que no lo saben, pero Denisse es un coautor de una canción -no exitosa- de Los Chiles en Nogada cuyo párrafo original supongo vive encerrado entre tres argollas de metal, un globo terráqueo con un núcleo calavérico y uno más flotante con labios y manos de mujer:

La Concupiscencia
Reina en el Mar
Pasión desenfrenada
Vicio sexual

En clase cada uno tenía una forma de ver las cosas y un humor particular. ¿Qué clase de azar -o experimento gubernamental- llevó a juntar a decenas de incomprendidos, energéticos y raros en un mismo grupo de preparatoria?  No lo sé, ni lo quiero saber. Me interesaría más saber que fue del extraño Denisse, quién lo ha visto y qué se sabe de él.

En las fotos de la graduación no aparece Denisse, ni en las de nuestro mítico viaje al entonces DF con el también mítico profe de filosofía alias Panchito. Una vez terminada la preparatoria jamás lo vi. A quién sí conocí de vista fue a su hermano el genio, un día que estaba super encabritado porque lo iban a expulsar del posgrado de Física pues reportaron que aunque ya estaba ahí estudiando resultó que aún no terminaba la licenciatura en parte porque nunca demostró que había terminado la prepa.

Oxygen part 17 me deleita el cerebro mientras vuelvo a la realidad. Debo apurarme a doblar esta ropa antes de que se enfríe y las arrugas sean más difíciles de domar. Me han dado ganas de llamar a cada uno de mis compañeros, y saber como les va, pero me detiene una evaluación rápida de los hechos: tenemos un muy muerto grupo de whatssapp que bien dibuja lo adormecido que tenemos aquél noventero potencial.

viernes, diciembre 09, 2016

La Muerte de John Lennon

En 1980 cumplí cinco años, en noviembre, el día dos. No recuerdo ese día, pero es casi seguro que no tuve fiesta de cumpleaños (no tengo recuerdos de alguna). Ese año, año escolar quiero decir, me tocó estar "En el salón del piano" del kinder, con la Madre Toña. O es así como lo recuerdo. 

El 9 de diciembre estaba en el patio de atrás del colegio cuando mi padre vino por mi. Salimos con inusual prisa por la puerta de Iturbide, cruzamos constitución y nos montamos en el primer camión de la ruta Retornos. en esos tiempos esa ruta se distinguía por su color naranja. "Vamos con la Nena" dijo mi Papá. La ruta de aquellos días corría por el Eje vial -de dos sentidos- hasta la Avenida de la Paz, doblaba a la izquierda para continuar por ésta, unas cuadras, hasta donde topa con Damian Carmona en la que continuaba, -creo yo- hacia el antiguo aeropuerto. Y no lo recuerdo, seguramente, porque apenas cruzando las vías, por el kinder de la Venadita, nos bajábamos y ese día así también sucedió.

Caminamos unas cuantas cuadras agarrados de la mano. Llegamos a casa de mi Madrina Nena y entramos por la puerta de la derecha, la que da a la cocina. Esa cocina me agradaba, olía siempre a frijoles recién guisados. Mi madrina estaba calentando leche, me saludó y la saludé poniendo mi cachete el suyo, un cachete aguadito y cacarizo, un saludo otras veces cálido me pareció raro en esa ocasión. 

Entramos a la sala y el triste cuadro se me develó. Marco, quién fuera dos años más tarde mi padrino de Comunión, se encontraba tirado en el sofá bañado en lágrimas. ¡Apá! ¡Mataron a John Lennon! -Marco se lamentó-. Yo me senté en el sillón individual y mi Papá cerca de él. Mi madrina me invito a comer un plátano con leche tibia -te va a gustar, dijo- acepté, degusté y me engolosiné. Seguramente desde esa edad era un niño raro pues de pronto comencé a disfrutar ese cuadro de una sutil manera. Pensé por momentos que esa tristeza se la merecía por haberme "gastado" a mi padre cuando él fue un infante y mi padre su cuidador/padrino/amigo/casisegundopadre. No, nunca fue de gratis ese "Apá" con que se refería y llamaba a mi Papá. Y a mi siempre me causo repudio que alguien más le dijera Apá a mi Apá. Eso incluía alguna veces a mi propia Mamá.

Si trato de recordar los dos de noviembres en mi infancia reconstruyo el ritual anual: Un viaje al Panteón del Saucito; limpiar la Tumba de Don Toño y Chevita, los padres de Marco; limpiar la tumba de una niña, hija de la madrina Nena, cuyo nombre ya no recuerdo; no separarnos en el río de gente; al final mis padres me compraban algo, "disque" por mi cumpleaños, en la usual romería que rodeaba el panteón. Eso especial casi siempre era comida. 

Un martes 9 de diciembre estaba yo ahí, en casa de la Madrina Nena, disfrutando la muerte de John Lennon, un asesinato premeditado y alevoso. ¡Tan grandote y tan chillón! quise decir, quise decirle, pero no, yo no eran tan así (hoy 36 años después me entero que Marco tenía entonces 20 años de edad). La pared estaba tapizada con un fotomural de un tímido camino de tierra veredeando un frondoso bosque que al parecer no se decide entrar a la temporada otoñal. Trataba de distraerme fijando mi vista en las ramas de esos árboles, o en la marca de leche que dejaba ese tibio vaso ámbar en el cristal de la mesa de centro, de patas curvas, doradas. Pero aun así, gocé un poco con su sufrimiento.



Ahora ya saben bien de donde viene mi repulsa por los Beatles, el grupo favorito de mi padrino. Marco es agrónomo, profesión que supongo nunca ha ejercido pero que le dejó una cierta afinidad por la rondalla de Saltillo. Y le encanta -o le encantaba, ahorita no lo sé- el fútbol. Perteneció a las reservas del Cachorros pero no llegó más allá (tal vez, como a esos taxistas que lo afirman, se chingó una rodilla y ya no pudo seguir). Mi papá gustaba de ir a ver las finales y los partidos de la Selección Nacional en la casa de Marco, yo lo acompañaba, no por ver el partido, sino para marcar mi lugar, mi posición, aunque lo que sí disfrutaba era ver la TV a colores y las tortas "de lo que hay en el refri" que hacía mi padrino. No recuerdo a que equipo de fútbol le  va -o le iba- y del único partido al que fui a verlo, lo que recuerdo son las mal hechas tortas de jamón que vendían en las gradas y que se sazonaban con Salsa San Luis; y los apestosísimos baños del Estadio Olímpico Plan de San Luis. Cómo ya les contaba yo sólo iba como a marcar mi lugar. Y tal vez sea por eso que nunca me ha interesado realmente el fútbol. Lo siento mucho por los seguidores del Pumas que siempre me han querido como compañero, lo intenté de verdad, y varias veces, pero aborrezco el fútbol.

Y es así, señores psicólogos de la red, como presento mi teoría de la aversión Lennon-Fútbol. Tal vez mi Padre quiso que Marco fuera un padrino como él lo fue. Que me llevara al fútbol, a las luchas, a entrenar, al circo, al cine, a nadar. Pero las cosas no pudieron ser así. Yo nací cuando mi padre tenía 40 años, así que mientras yo crecía a él se le estaban yendo las ganas de hacer todo eso, ya me lo había dejado gastado el tal Marco. Y ese tal Marco nunca pudo, o nunca quisimos, tener una relación así. Mi padre fue nuestro único puente y nuestro más grande abismo.



jueves, agosto 23, 2012

Teletexto 1.0


[El presente texto está escrito totalmente en un teléfono Xperia]

Muero por una máquina de escribir Remington, pero me la pasaría bien ya con una olivetti de esas que se usan -o usaban- en la secundaria. Extrañamente extraño el extraño olor de esa ahora extraña cintita bicolor, el discreto girar de sus carretes, el tacto exigente del teclado, el hermoso sonido de los martillitos imprimiendo cada letra, y por supuesto la inolvidable y siempre inoportuna campanilla.

Pero hay algo además de los placeres sensoriales que da la escritura en tamaños trebejos que no se bien como describir ¿Cómo decirlo? ¿Cómo expresar esa cierta y adecuada presión que da el intentar no cometer errores? porque no era fácil no dejar constancia de cada mínima corrección así fuera un involuntario dedazo, una errata ortográfica y lo que a mi me mataba: la acentuación.

En casa la primer máquina que conocí era una negrita -tan negrita como su dueña, la Evita- que al frente traía grabado y resaltado en dorado una escena de rascacielos que mi mente de niño asociaba a Chicago. Sus teclas eran preciosas, redondas, planas y cada dorado caracter (arial) yacía al fondo de  la tecla por debajo de una mica gruesa al parecer de celuloide.

"La máquina de escribir" es un título ostentoso al perder el contexto. Comparado con algo como "La máquina de leer", "La máquina de comer", "La máquina del karate". Tal vez sería más adecuado referirse a ella como la mecanográfica. Aunque a mi me gustaría que se llamara la "moira ex machina".

Con una máquina de escribir al frente me vuelvo (vuelvo es un decir) un escritor surrealista practicando la escritura automática. Y si bien esos adefesios nunca dejarán de tener cierta hermosura: la hermosura de una arboleda de cadáveres exquisitos, me causan gracia y me satisfacen, muy por el contrario a cuándo tenias que pasar, copiar, resumir un texto, uno de esos cuestionarios o trabajos de la escuela (trabajos a los que como todo adolescente normal nunca fui muy afecto).

Extraño la máquina de escribir por que da y exige. Me inspira pero me pide. Golpe a golpe el renglón se consume, suena la campana y te pones a contar los siguientes caracteres y decides dónde cortar la palabra dejando para "el guión en medio" el último golpe y jalar la palanca del "Retorno de carro". Sí hay marcha atrás en la máquina de escribir pero pocas veces conviene: te permite corregir algunos errores pero quedan evidencias. Recuerdo haber usado esas tarjetitas blancas para borrar korex que vienen -venían- en una cajita plástica color naranja. Mucho antes de que se pusiera de moda el odioso liquit paper: el más grande fraude publicitario de todos los tiempos. Díganmelo a mi que trate infructuosamente de crear una pequeña hoja de esa blanquecina, tóxica y mal amiga sustancia. Malditos sean los borrones de la goma bicolor. Malditas las plastas de corrector. Malditas las señas del korex.  ¡Tres hurras al limpia-tipos que además puede usarse de chicle, plastilina y boligoma!

En contraste, por así decirlo, soy de esas personas que desprecian el mal llamado "auto estándar" y prefieren el automático. Me encantan las computadoras y vivo pegado a un celular al que pocas veces uso para llamar. Y aún así quiero quiero quiero tener mi máquina de escribir. En ratos me resisto en ratos desespero. ¿Porqué quiero una máquina de escribir? -no lo sé.  Será que soy un romántico o un caprichoso; o tal vez sea el impulso por drenar mi cabeza.

La verdad de las verdades es que la máquina de escribir me recuerda a mi madrecita a quien no he podido ver desde hace meses. No sólo mi raro cerebro la asocia por el hecho de que mi madre nos alentaba -casi siempre- a entregar los trabajos "a máquina" siendo que aún estábamos en la primaria. Cosa que en el caso de este pobre insulso se justificaba dada mi cualidad sublime de volver jeroglífico cualquier simple vocablo.

Recuerdo haber pasado con la ayuda de mi amá poemas acrónimos San José, Jesús y a María; biografías diversas de los insignes y hoy maltrechos personajes de la historia en papel martillado, marginado y maquillado; versos a la madre al padre o al papa.

Pausa: Malditos sean esos héroes que nos dieron sólo tareas y poca libertad !

Pero no sólo por eso asocio a mi madre con tamaño trebejo: mi madre me inspira me da y me exige, que todo salga bien y si se puede mejor; que no tema a comenzar de nuevo aunque este en el último renglón; que hay que tener presente que el tiempo tiene una sola dirección; que los errores aún corregidos dejan huella; que hay que contar los golpes que a uno le quedan; mi madre me inspira me eleva y consuela... ¡ting! campanilla suena.  

lunes, septiembre 05, 2011

Te has quedado atrás



A propósito de la película "como ladrón en la noche" escribí años atrás este pequeño texto. Ya no le cambié nada porque me parecio bueno dejar constancia que no todo es como uno lo recuerda. Por ejemplo el protagonista es una mujer -no un hombre- y el signo que se plantan en la frente no es un típico 666 sino un:




ooo


===


ooo




Te has quedado atrás




Vengo de verme en el espejo. Por la mañana me di cuenta que tenía un pelo rojo en la barba; ahora sé que son dos. Me sueño Vikingo y extraño el mar. Yo conocí de noche el mar y cuando lo sueño, siempre es feo, oscuro, sucio, además siempre está lloviendo; a lo lejos, siempre hay una catedral de luces tenues, resquebrajándose o balanceándose, en una isla flotante. Siempre quiero despertar.

He descubierto, y voy a develar, que la mayor parte de los elementos que encuentro en mis pesadillas provienen de una misma referencia: una película que ni se como se llama pero pudiera ser “te has quedado atrás”. Me gusta el cine. En especial el cine de Tarkowsky (sus 8 películas) las escenas, los paisajes siempre me recuerdan mis más normales sueños, es decir los promedio. La neblina, los pasajes lentos, los colores, casi todo es como en esos sueños. Pero también, al igual que todo mundo tengo pesadillas y una sensación de premonición actúa en ellos. La mayoría de las pesadillas que he tenido, que no sueños raros -como soñar vacas pelonas que saltan de agujeros en un árido paraje- tienen ciertos elementos en común que voy a deshebrarlos.

Bien recuerdo que la primer película que realmente me impresionó y que se llevó por mucho a “la guerra de mundos” (O. Wells) es esa que llamaré “te has quedado atrás” pues es el tema musical de ella. La vi frente a la casa de Raquel proyectada en una pantalla portátil sobre una camioneta arreglada para tal efecto, todo patrocinado por unos gringos de la religión esa de Doña Elena, que no recuerdo como se llaman pero son esos que se vuelven locos y empiezan hablar dizque en otras lenguas. Narraré la trama e iré haciendo mis deshebres pesadillescos: un sujeto que ha dejado de creer en la palabra de Dios despierta una mañana para darse cuenta que su esposa ya no esta con él, no encuentra su habitual desayuno y de echo no encuentra siquiera mucha gente por las calles. Este es uno de los primeros elementos que recurrentemente aparece en mis pesadillas, de repente o desde un inicio el mundo esta desolado, desierto. En la película la gente esta despareciendo del mundo pues Dios ha venido a recogerlos –a los buenos-, algunos quienes quedan en la tierra les aparece en la frente un 666, el hombre, muestra un tardío arrepentimiento al tiempo que se escucha: te has quedado atrás, te has quedado atrás, la canción donde se ilustra que ya se amoló para siempre – la canción, según la recuerdo es una especie de trova. ¿Será por eso que ahora la odio?-. Horribles visiones sobre el infierno lo atemorizan, ya no tiene a donde ir, de pronto el mundo ya esta vacío y desfallece. Un bufón sangriento lo recibe en el hades con unas estruendosas carcajadas, el infierno está lleno de gente mutilada, quemada, sangrante. Todas estas imágenes se me vuelven presentes en las pesadillas, cuerpos inertes, heridos o con llagas. Muchas veces he soñado fuego, gente quemada, casi plastificada clamando ayuda. El protagonista en el clímax de su desesperación... black out... despierta, todo fue una pesadilla y de nuevo se encuentra como al inicio despertando de la pesadilla, tal parece que dios le ha dado otra oportunidad. Pero no, Dios no es así, al menos para el director de esta película no hay final feliz: al dirigirse al baño se da cuenta, al voltear, que no esta la esposa ni su desayuno ni nada. De nuevo se deja escuchar el tema al tiempo que este pobre hombre se da cuenta que volverá a vivir, tal vez eternamente, la pesadilla de la cual acababa de despertar.

Hay veces, cuando llego a estar consciente de que tengo una pesadilla, que me da miedo despertar. Pues me da más miedo que al despertar, escuche que ya no hay tiempo, que me he quedado atrás y que la pesadilla se esta por realizar. Por supuesto que cuando la ley mexicana lo contemple voy a demandar a estos sujetos por echarme a perder la parte onírica de mi vida.

miércoles, mayo 18, 2011

A Mis Maestros (primera etapa)

Uno de los tantos pendientes que tengo en la vida, es escribir acerca de los recuerdos que tengo de un bonche de maestros que siento fueron los que me han formado o que me han dejado un poco de sus almas en la mía. En mi infancia, el maestro aún era considerado una figura de autoridad; una figura maternal/paternal también. Pero eran los últimos días de esa concepción y eran los días de la llegada de un efímero cambio de modelo que no triunfo pero para fortuna de mi generación y de otras cercanas no nos tocó una formación tan jodida como la que tristemente hay actualmente en el país. Educación extremadamente pobre, débil, funesta, principalmente en el nivel básico y medio.

Tuve, he tenido y tengo la fortuna de contar frecuentemente con muy buenos Maestros y por supuesto también la mayor fortuna de tener algunos malísimos, mediocres y salvajes “maestros”; de estos últimos agradezco haberme señalado en vivo y en directo –a todo color- lo que no se debe hacer en el sagrado escenario. Pues dar clase es un acto teatral en donde no hay cabida a la impunidad escénica. Y miren que he visto actos educativos herejes que sólo dios sabe que existen (parafraseando a Juan Carlos Bodoque).

Si bien no puedo comenzar en este momento a escribir ese libro, ni mucho menos acabarlo mientras espero a que Flor y Karla salgan del concierto de Ricky Martin, lo que si puedo hacer es compartirles mi lista cronológica de los maestros que ahora recuerdo. No todos ellos merecerían un capítulo, pero la mayoría de los que siempre me saltan a la memoria, merecen mucho más que eso, y la raquítica jubilación que tienen o esperan tener. No tengo en este momento a la mano nada más que ofrecerles, que estos recuerdos, que a manera de tributo, comparto hoy ante ustedes.

Estimulación temprana, en su punto y tardía (Benemérita casa de ayuda a menesterosos Santa Ma Teresa). Claro, tengo que empezar por mi casa, cuya puerta -cuando salías- se comunicaba directamente con la Universidad de la Vida Campus Montecillo, en aquella época un lugar de vagos, pandilleros, mariguanos y , contrastantemente, gente realmente humana hasta los huesos. De esa gente que hoy es tan escaza. Mis primeros maestros fueron, por supuesto mi Padre, que en aquellos días contaba ya con 40 años de experiencias duras que compartir y mi madre (la disciplina andando) de 21 añitos. Ellos merecen varios libros aparte, pero no quise dejar de mencionarlos y agradecer que me enseñaran mis primeras palabras: kiu kane (Quiero Carne). Debo mencionar que mi madre practicaba la metodología conductista a base de vasos de leche tibia, atole de arroz, comida en general; en algunas ocasiones, una vara seca de canelo, un gancho de ropa o el mojado tendedero de ixtle. Mientras que mi padre, un sabio devorador de libros, siempre prefirió la educación basada en el ejemplo y basada en casos: siempre fue un ejemplo de esos padres comprensivos que ahora solo existen en películas, duro pero coherente; y de aprendizaje basado en casos: “tráeme el cinturón, en caso de que me vayas a rezongar”.

Kinder Garden (Colegio México): Aún hoy en día, adoro a la Madre Toña. Ella sigue trabajando en el “Cole” y espero pronto ir a verla. La madre Toña supo lidiar con el niño inquieto que fui. Creo que el día en que me tuvo que sujetar las manos, -dentro de una bolsa de estambre “del gato” y aseguradas con este producto-, detecto mi aburrición y me dedico tiempo para que yo hiciera otras cosas que a los demás niños no les encargaba. Me dedicó tiempo para que aprendiera a leer -Libro Mágico de por medio- y decidió que de primero pasaría a tercero. La madre Toña a veces me dejaba agarrar el piano, los tambores, el finísimo triángulo (el que suena) y un sinfín de cosas que había en el salón. Gocé pues, del privilegio de tener nana, niñera, maestra, en una sola persona. Y cuenta la leyenda, aunque no ahondare en detalles, que en varias ocasiones tuvo que lavar el pantalón de Carlitos que sufría de una incierta incontinencia producto de unos baños nada pulcros y del mito del ahorcado que se aparecía ahí. Un día, ya en tercero de primaria, me regañaba porque había bajado el promedio de algunas áreas (Limpieza y orden en los trabajos, trabajo y convivencia en equipo) me dijo: Carlos, con estas calificaciones en lugar de ir para adelante vas para atrás, como los cangrejos.

-No madre, repliqué. Los cangrejos caminan de lado, no para atrás, usted me lo enseñó.

Primaria (Colegio México): Voy a mencionar primero a la madre Amalia, la super alegre maestra de baile (ajá, aunque usted no lo crea yo bailaba, bailaba y me gustaba bailar bailes folclóricos). Esta monjita volaba y cantaba por todo el salón “… comadre Juana vamos a bailar, con ese viejo cara de comal…”. Tiempo después estuve también con el profe Demetrio e incluso participé en un festival “Primavera Potosina” a ellos les debo el ritmo y el gusto, o vicio, por el escenario. Agradezco al profe Nacho porque me enseño música con su siempre genial y rimbombante elocuencia, recuerdo mucho su discurso siempre tan claro, tan fino, tan lleno de vida. Me encantaba cantar en coro esa de “Adelante josefinos, adelante josefinas, adelante, siempre adelante, pues lo quiere san José” con un ritmo casi militar, muy onda alemán. También viene a mi mente la maestra Rebeca, la de 5° Grado, que un día me hizo lamer un jabón Palmolive por haber dicho no sé qué cosa a no se quién con ella aprendí la de “noche de paz” en inglés. Luego viene mi maestra Raquel. Raquel me dio clase en 3° y en 6°, y sus clases siempre fueron un espectáculo. Se hacía de lo que fuera necesario para hacernos entender las cosas. Eso sí, era muy exigente y sabía meternos en la disciplina. Usaba un lenguaje directo cuando de evaluar se trataba “¿esto lo hiciste con las patas? Porque si es así, te quedó muy bien”. Me decía que yo era un apapachado pues apenas llegaba mi apá o mi amá yo corría a abrazarlos (aun estando en sexto, jajaja). Un buen día del tercer grado, estaba por empezar un festival en el colegio, y la maestra había salido por un momento, escuchamos de la calle una ambulancia y yo quise treparme a los ventanales para enterarme de chisme, arrime una mesa, encima una silla y cuando apenas estaba por asomarme que gritan “ahí viene la maestra”; salté y en mi viaje me llevé el cochinito de Sergio (Sergio no era un cochino, me refiero a un cochino de barrro, una alcancía) y tómala que me castiga encerrándome solito en el salón mientras todos se fueron al festival. Ya después les contaré como mi papá aprovecho la situación para darme una gran lección.

Secundaria (Escuela Secundaria Técnica No. 1): Saludo pues desde este lugar, a mis profesores de la secundaria, a la maestra Lugo de historia, al profe Joel de física, al que hice tanto repelar y que me correspondió con afecto. Yo le decía suegro y para nada le agradaba. Tengo muchos recuerdos del profesor de Electricidad, Santiago, don cola de rata. Muy noble y muy generoso. Algún vez fui con él a trabajar en una construcción que levantaba allá por el Real de San Luis. Tengo aún ecos en mi cabeza del profe palmera (ese que daba muchos cocos), recuerdo con admiración al profesor Luis de Góngora y Argote, mejor conocido como el profe Pozos. Una eminencia de la Literatura. Un lector insaciable, y un orquestador del buen camino a la lectura, sobre todo de la literatura mexicana.

Como olvidar al profe el Pirulí y sus enseñanzas en la pintura. Su tierna paciencia y su inconmensurable alegría por pintar (tipo Bob Ross) cuando terminaba la clase era difícil desprenderse de esas imágenes, nadie quería borrar el pizarrón. A él le debo la perspectiva, la pérdida del miedo a equivocarse y la contemplación del cielo como lienzo original. Con el profe Pech me lancé a la aventura del club de cunicultura. Es un profe chaparrito tan chaparrito que a su carro le decíamos el auto increíble. Había también otro profe, más que chaparro enano de la mente, que me daba deportes y se burlaba de mí y de Marcos por venir de un colegio de monjas. Nos aventaba bien fuerte el balón de vóley y nos gritaba: cáchalo inútil, ves cómo te enseñaron puras madres en el colegio.

La secundaria es una etapa en donde uno comienza a evaluar, con un poquito de objetividad a los maestros. Uno los comienza a clasificar y a buscarle el modo a cada uno. Es una etapa en que se forman las habilidades interpersonales que marcaran las relaciones profesionales. Bueno eso es lo que creo yo. Lo que sí es muy claro que es la etapa en donde se forma la identidad profesional. Es por eso que en este punto aprovecho para felicitar a uno de mis grandes maestros: Mario Beltrán, que si bien no me dio formalmente clases en ninguna escuela, me dio cabida de chalan en su taller de electrónica, en donde aprendí un montón de cosas, desarrollé habilidades que utilizo en la clase y en el laboratorio hoy en día.

Como decía la nana Goya: Esta historia continuará

jueves, noviembre 09, 2006

Mística Espiral

Esto no es un Oxxo



Tan solo un día después de la pelea entre el Místico y el Black Warrior, si lo va creer usted, en los puestos de Indios verdes ya estaba a la venta la pelea en DVD. La industria de la piratería tiene alcances inimaginables. Tal parece que a los mexicanos lo que nos interesa es la posesión de objetos cuya calidad está en segundo plano mientras el precio esté a la mano. Las desigualdades económicas en una sociedad de fuertes tendencias gregarias, son el principal sostén de este sistema económico paralelo.


Hace poco han aparecido también franquicias "similares" por no decir piratas como las tiendas saxos tan idénticas a los oxxos, que te puedes confundir; las tiendas nutrihalk tienda "similar" a la nutrisa (sólo cambiaron la abeja del logo por un dinosaurio con alas). En esta ciudad todo es pirata: taxis pirata, bebidas y cigarros pirata, policías pirata, medicinas pirata, padrecitos pirata. Todo es y al tiempo no es. Pero muchas de las veces, la gente bien puede diferenciarlo, pero lo pasa por alto, es aceptado como una convención, una gran escenografía, en un gran teatro donde "Romeo y Julieta" consta de dos guiones paralelos: uno para los Capuleto, otro diferente para los Montesco. Total... no hay conclusión clara para esta espiral de necesidades económicas, satisfactores y sustitutos. La vida se vuelve tan ambigua, que hasta lo naco es chido y es naco a la vez.


Pensando en este tema, alguna vez mi comadre y yo pensamos en el cuento que a continuación disfrutarán. Traté de terminarlo antes del día de muertos, pero nomas no pude.


Casos y Cosas de la Casita del terror
Mito No 2
La Roñona


Advertencia: Si bien la mayoría de las marcas que se mencionan a continuación, no son marcas legalmente registradas, se recomienda al público que no traten de utilizarlas, pues son marcas reales del mercado nacional.

Advertencia de la Advertencia: Cuando se menciona la palabra: utilizarlas, la advertencia se refiere al uso de la marca, logo o razón social. Aunque también puede referirse al uso en sí de los productos a cuyas marcas no registradas responden.

Advertencia final, referente tanto a la advertencia inicial como a la advertencia de la advertencia: Si no entendió la anterior advertencia, olvídelo, de todas formas cualquier significado tiene cabida en la advertencia original.


Esta es la historia de una mozalbeta, que en el año XV de vida sufrió una rara transformación. Ups ya les conté el final. ...

Hagan de cuenta que no dije nada.

Resulta que la niña Brenda Esparza, que se hacía llamar anallí (de allí comenzó todo), le gustaba presumir de su pudiente familia (una familia que todo lo podía) y de su estatus jai klass. Vivía allá por un exclusivísimo fraccionamiento llamado Héroe de Nacozari (un lugar para explotadores).

Su padre, Carlos Fat, empresario que controlaba económicamente todo el primer cuadro de la ciudad, era dueño de una de las disqueras más importantes del país. Cuya más importante ventaja ante las disqueras competidoras era su muy acelerada y extendida distribución al rededor de todo el país. Un hombre con visión moderna, forjado a base de chamba y esjuerzo.

Su madre, doña Socorro Canal Cinco, se dedicaba, en sus tiempos libres, claro, a su emporio cosmetológico. Era una mujer estudiada, astróloga de profesión. Aunque su verdadera pasión era recoger perros de la calle para darles trato digno, no importando que mas de uno de esos perros se quedara con sus joyas.

Brenda era hija única y a su corta edad, la sociedad no había podido desvirtuar su inocencia con los prejuicios de la civilización salvaje y globalizada. A Excepción de uno sólo: odiaba, con odio jarocho a los nacos. Lo peor del caso es que consideraba a casi todos nacos por mínimas y espurias razones: Naco es el que le va al peje, Naco es el que le va a las chivas, Naco el que escucha música en español, etc, etc.

La Familia Fat Cinco, gozaba de realizar largas tardes de chopin (nada que ver con música), en las grandes centros comerciales de Mundo Ñe, Piedrisur, T Beep, Dirty Little lake; tiendas como Liberpul, Palacio de Fierro, incluso su ansia de compras los llevaba a Sanbronx y Sares Rochild. Se desvivían por la ropa de marca: Kelvin Clain, Perroni, Escapillo, Sara, Luis Butrón,etc. Los electrónicos más modernos: fillips, daewu, Soni. Las Aipot, las Vayo, el Exbox, los celulares Erickson, eran su fascinación.

Brenda, asistía a la secundaria Juan Piaged, y diariamente, al salir de clase, invitaba a sus amigas a tomar un helado de jocoque (tipo yogurt) al Nutrihalk, o de vez en cuando les compraba el disco de moda en el mixshop. Total, ambos negocios, junto con las tiendas de autoservicio saxos, eran de su padre. Esto, no lo hacía sin interés alguno. En realidad lo hacia para protegerse al salir a la calle, pues en ella crecía una fuerte aversión a tener que tratar, en la calle, en cualquier lugar, con los naquitos, que abundan aquí y allá.

Para su fiesta de quince años, se preparaba una celebración de lo más nais. Ese día, además, conocería a muchos de sus familiares lejanos que por sus ocupaciones (todos eran hombres de negocios), jamás antes había visto. Conocería a su tío "El Chaparrito Guzmán”, campesino del norte del país, dueño de Café Ilegal; su primo político: el videasta argentino Carlos Humeaba; su famosa tía Paquita la del Varo (quien trabajó como médium para la PGR), Etc., Etc., Etc.

La misa de sus XV años fue de lo más pomposa, incluso se proyecto un mensaje grabado del papa Karol Botija. Cantó en la ceremonia el mismísimo Plácido en Domingo. En la recepción, no podía menos que esperarse que Challane en persona cantara "Tiempo de Balzac". Todo ello gracias a la poderosa disquera de su papá y a unos ciertos favores que le debía un tal Emilio Estefano. Parte de la recepción fué patrocinada por hola cola, el refresco de fama mundial, junto a las marcas: don punch, delawer y seven op. En la parte musical, amenizó, Juan Grabiel y el Mariachi Vargas de Locotitlán; mientras que en un salón contiguo, para gente de mente abierta, actuó Mecallica, Robins William y Chaquira.

Avanzada la noche, la hora del pastel llegó. Brenda, la pobre niña rica, que en su ilusión de adolescente, aún creía en los deseos - y como no creer si su padre hacía todo por cumplirlos-, al apagar las velitas de su enorme paste (leyeron bien, no era pastel, si no un enorme paste de arroz con leche), cerró los ojos, deseó con toda su alma y todo su corazón, que los nacos nunca más se interpusieran en su camino. En un solo instante todas las velas del paste se apagaron, al tiempo que el lugar quedaba completamente en tinieblas y en silencio. Súbitamente cientos de hombres de negro irrumpieron el lugar, salían de cualquier parte, de cada mesa, cada ventana, cada puerta, e incluso tres de ellos salieron del mismísimo paste.

Era un Equipo SWAT de la PGR, que al enterarse de la gran cantidad de alimañas que estaba reunidas en una sola ubicación decidieron actuar, detenerlos y encarcelarlos (un verdadero milagro de Dios). Todos ellos tenían muchas cuentas pendientes con la justicia, casi tan grandes como sus cuentas del banco, y nada parecidas a sus cuentas de cristal que usaban como joyas. La mayor parte de ellos eran piratas, y siempre lo habían escondido a la pobre de Brenda, el mundo que ella conocía era uno de fantasía y oropel (si es que esa palabra aun existe). Brenda, la pobre, la naca hija de nacos, nieta de nacos, viviendo entre nacotraficantes, quedo sola, solita en la ciudad. Sus amigos nunca existieron: eran guaruras de tiempo completo, La escuela a la que asistía fue cerrada por no contar con licencias, nunca más pudo regresar a su casa, su casa no existía, era una escenografía que su padre rentaba al velador de un estudio de cine.


Así pues, desde ese día vagó por las calles de la ciudad, buscando su familia, sus amigos su casa, su vida. En su más honda desesperación y tristeza, gritaba: ¡ Ay mis nacoooos !, ¡ Ay mis Naaaaaacoss !, ¡ siempre confié en la bondad de los desconocidos !. Y es así como se formo el mito y la leyenda de aquella mujer vestida de rosa chillante que aparece a los jóvenes desobedientes al pasear sin permiso por la ciudad.

Por eso madres y padres de México, que los exhortamos a que cuiden a sus niños y niñas, sobre todo si son nacos, no vaya a ser que la Roñona los encuentre y se los lleve a vivir al mas allá… si más allá de Tlalpan y Churubusco.